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Lesvos, 15 de noviembre de 2015

Segundo día en Lesvos. Existe cierta coordinación entre los distintos campos que te encuentras a lo largo de toda la isla, está establecido un recorrido para los refugiados. La dinámica es la siguiente: las embarcaciones procedentes de Turquía llegan a tierra en la zona costera entre Molivos y Skala Skaminias. Distintas ONG’s y grupos de voluntarios intentan que la llegada sea lo menos traumática posible. Destacar la labor de socorristas de diversas nacionalidades. Una vez en tierra, un primer grupo de voluntarios y pequeñas organizaciones prestan atención médica y emocional. Reparten también comida y ropa. Según nacionalidad, se les traslada a los distintos campos que hay en Lesvos. Allí se les identifica, pasan en el mejor de los casos unas horas, en el peor semanas. El proceso de registro, nos cuenta la UNHCR, se inicia con la “entrada ilegal” de los migrantes. La policía es la encargada de llevar los datos que se recopilan, los registros, a fiscalía. Ésta les absuelve de los cargos de los delitos derivados de no tener visado y se les otorga el permiso de estancia de un mes en tierras griegas. Una vez hechos los eternos trámites burocráticos tienen autorización para dirigirse al puerto de Mitilini, donde cogen un ferri dirección Atenas. Según demanda, salen diariamente entre dos y cuatro, a 60€ el trayecto.

Las organizaciones oficiales, como UNHCR y grandes ONG’s se empeñan en hablar de “campos de tránsito” y de “bus-stops”. No se puede hablar de campos de refugiados. Nos lo dejan bien claro desde el primer momento, igual como nos pasó en la frontera serbocroata.

El campo de Karatepe está en territorio administrativo de Mitilini. Lo gestiona el ayuntamiento de esta pequeña población. Justo en la entrada del campo puedes comprar en distintos tenderetes desde comida hasta tarjetas SIM. A los pocos minutos aparece un hombre con un aspecto muy cuidado, dejando un rastro de perfume por allí donde pasa. Nos explica amablemente las genialidades del campo. “Aquí no hay policía ni ejército, y dentro del campo hay muy buen ambiente. No son refugiados ni inmigrantes, son nuestros viajeros invitados.” Pese a las genialidades que nos explica el que parece ser relaciones públicas del lugar, no nos deja entrar. Necesitamos la autorización de M. Andreotis, autoridad municipal de Mitilini. Nos invita a abandonar el lugar con una sonrisa.

A unos quilómetros está el campo de Moria, donde envían a las refugiadas de Afganistán y Iraq.  Aquí la presencia policial es más destacada. Voluntarios con experiencia afirman que es uno de los peores campos de Europa, por condiciones de salubridad y seguridad. Falta comida, falta agua, faltan médicos. Hay denuncias de vejación y maltrato. Con esta opinión coinciden distintos voluntarios y representantes de ONG’s, que prefieren permanecer en el anonimato. Desde fuera, la arquitectura de Moria es perfectamente comparable a la de una prisión. Alambre de espino y torres de vigilancia. En el muro exterior se puede leer “Freedom of movement, no borders no nations.”

En la entrada de Moria hay también puestos donde comprar comida, bebida y tarjetas SIM. Será una constante. A su alrededor hay una actividad destacable de personas migradas comiendo, charlando, probando las tarjetas en sus móviles. Hay también una parada de taxis improvisada. Cada poco tiempo, la policía les insta a abandonar la zona. Los taxis se van, la policía vigila y se va también. Los taxis vuelven. Y así todo el día. Mueven a los refugiados entre distintos campos, o hasta la zona del puerto. Es la lógica de Moria y de la mayoría de campos de Lesvos: la lógica del control de los refugiados y la posibilidad aprovechable (y aprovechada) de sacar tajada de la situación. Con las tarjetas SIM, tres cuartas partes de lo mismo. Paga 10€, y tendrás la posibilidad de hacer 30 minutos de llamadas internacionales y 30 minutos de acceso a datos. Hay muchísimos más hombres que mujeres. Ellas están dentro del campo cuidando a gente mayor e hijos. Las edades no superan los cuarenta años.

Nos dividimos en grupos: como voluntarios no nos dejan pasar, como prensa freelance, tampoco. Aún así, dos de nosotras consiguen pasar el control policial y entrar en el campo. En éste, A. Karangeli es la figura de máxima autoridad sobre el terreno, representando al Ministerio de Políticas Migratorias (Ministry of Migration Policy) y por extensión al gobierno heleno. Nos repite varias veces para quién trabaja y qué representa, no vaya a ser que no nos quede clara cuál es nuestro sitio en la jerarquía.

En Moria las migrantes tienen libertad para entrar y salir, si van siempre debidamente identificadas y con el documento que les acredita como registradas en este campo. La diversidad entre géneros y edades una vez dentro es mucho más patente que en el exterior. Grupos de niños se distraen encendiendo hogueras. Las duchas son ruinosas. Fuera de ellas un chico se ha convertido en el peluquero de la zona; la gente forma corrillos a su alrededor. Personas enfermas desatendidas. En una esquina, voluntarios están construyendo un habitáculo. Cerca, pululando dentro del campo, vemos a un tipo de UNHCR. Quizás esté comprobando que el logo de su organización esté bien visible en las tiendas que reparten, desde todos los ángulos habidos y por haber.

Sobre las 17 de la tarde cae el sol. Una embarcación está siendo remolcada por FRONTEX. En navegación de cabotaje les llevaran hasta el puerto de Molivos. Ayer sábado, otra embarcación fue custodiada por la policía marítima turca. Periodistas y voluntarios destacan el cambio de actitud tanto de la policía fronteriza europea como de los turcos. “Con los atentados de Paris, solo les falta seguir alimentando el foco mediático que representa lo que sucede en Lesvos…”

Texto: Bru Aguiló
Fotografías: Xavi Ariza, Rober Astorgano, Manu Gómez y Bru Aguiló