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Entendí la gravedad de la situación y cómo Europa trataba a las personas refugiadas, en mi primer viaje a Hungría hace ya 9 meses. Recuerdo la primera conversación que tuve con un niño. Fue en la estación de Kelleti (Budapest). Se llamaba Mohamed, era kurdo y tenía sobre unos doce años. Llevaba a su hermano pequeño en brazos. Me preguntó porque la policía le había tirado el móvil al suelo en la frontera, y se lo había pisoteado y roto. No supe qué contestarle, recuerdo el dolor que me produjo no poder hacerlo, y como una mezcla de rabia y tristeza me atravesó el alma. Me di de bruces con el engaño europeo, la gran mentira que hablaba de libertades y derechos humanos.

Después, y durante todos los viajes conocí a cientos de niños en el camino: niños tristes, niños sonrientes, niños con heridas de guerra, niños que no hablaban, niños solos, niños que nunca habían ido a la escuela, niños que jugaban sin parar, niños que soñaban haciendo dibujos.

Imposible no verlos. Se calcula que el 50% de las personas que han cruzado o están cruzando son niños.

Europa se me ha atragantado a cada viaje de ida y de vuelta, hasta que me ha provocado un vómito de rabia, impotencia y dolor sin retorno.OLYMPUS DIGITAL CAMERA
Estos rostros son de algunos de los niños y niñas del campo de Vasilika, una pequeña muestra de los miles que abarrotan los campos griegos. Todos ellos llevan 5 meses estancados en la nada. Jugando bajo el frío y el calor, creciendo entre tiendas y deambulando en un espacio limitado de movimiento. Miran hacia adelante lo que pueden, o mejor dicho, lo que Europa les deja. Los campos de Grecia están llenos de generaciones enteras que no podrán recuperar nunca los años perdidos entre la guerra y la espera.

No pienso olvidar, ni perdonar. Y no deberíamos ninguno.

Nuestro presente y futuro es frágil. Que a nadie se le pase por la cabeza pensar que a ninguno de nosotros no nos va a tocar vivir lo que todas estas personas están viviendo.

El mundo está dominado por cretinos, miserables e insaciables enfermos de dinero y poder. Les valdrá todo para conseguir sus objetivos.

Mirad a vuestro alrededor y preguntaros quién va a ser el próximo en tener que huir de su casa.

Texto y fotografías: Mòni

Campo de refugiados de Vasilika (Grecia).
Julio de 2016.