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Idomeni (Grecia) y Gevgelija (Macedonia) son de un tono gris casi negro.
Un mundo paralelo, frío y hostil, donde refugiados y migrantes se amontonan en filas, y se les acompaña con una banda sonora de gritos policiales constantes.
De este paso fronterizo, donde Europa ha decidido que solo pueden seguir cruzando sirios, afganos e iraquíes, se podría escribir un libro entero sobre vulneraciones de los Derechos Humanos.
Los que logran atravesar esta frontera, podríamos llamarles afortunados. Soportan temperaturas medias de entre 0 a -10 grados, sin casi comida ni ropa adecuada, para finalmente hacinarlos en trenes que cuestan 25 euros, y que antes costaban 5. Los afortunados, llegarán así a la frontera con Serbia y desde ahí seguirán el camino hacia sus países de destino.
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Los que no logran cruzarla, quedan en medio de la nada. A menudo sin dinero y nadie que pueda ayudarles. Sus únicas posibilidades se limitan a regresar a Atenas, o esconderse entre los fríos bosques para intentar pasar la frontera por las noches. En este espacio, unos pocos voluntarios se acercan algunas veces para repartir comida y mantas.

Las denuncias de migrantes/refugiados hacia la policía Macedonia son ya incontables. Golpes, robos de cartera y móvil, y en acto ya de pura maldad, sacarles los zapatos para hacerlos regresar descalzos a la frontera griega. Los morados en sus cuerpos hacen visible la gravedad de la situación.
Un padre pakistaní nos contó cómo le pegaron y tiraron al suelo a su hijo de dos años. No hace falta decir nada más.

Y en este contexto, permitido y avalado por Europa entera (tal como ya se hizo con Hungría), se concede con cuentagotas la entrada de ONG’S, periodistas y fotógrafos a la zona.
Pedir un permiso para fotografiar los campos de refugiados en Macedonia es una gincana de pruebas más que desagradables. El mareo de un lado a otro es una constante, para que finalmente, un jefe de la policía de actitud chulesca, decida si te permite o no la entrada. Tal y como nos dijeron: “Macedonia no es Europa y estas son nuestras leyes”.24295856191_1ed13c4324_o

En las esperas en los edificios policiales, no nos faltó ver como encerraban a refugiados/migrantes que habían cruzado ““ilegalmente”, para posteriormente ser transportados en furgonetas para ser “interrogados¨.
Vergüenza, dolor y impotencia al cruzar nuestras miradas con las suyas.
Las imágenes de este reportaje son tan solo la muestra de un lapso de tiempo en este rincón del mundo.

Texto: Mòni

Fotografías: Manu y Mòni