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“El pueblo está dormido”
Esto fue lo último que oí anoche cuando me marché de la concentración ante la sede de CIU en Barcelona. Hacía apenas un par de horas, algo más de un centenar de personas estaban reunidas frente a la delegación del Partido Popular en Barcelona. El jueves las redes sociales se incendiaron con la convocatoria para una nueva protesta —¡otra más!— ante las sedes del PP de varias ciudades en España. Un nuevo caso de corrupción, de 22 millones de euros, había invadido todos los medios de comunicación de la mano de Luis Bárcenas, el extesorero del partido en el gobierno. Pocos minutos antes de la hora de la convocatoria, frente a la persiana que sellaba la entrada a las oficinas de los populares catalanes, había ya un despliegue de mossos ’esquadra y guardia urbana. Las primeras identificaciones no se hicieron esperar: la policía pidió documentación a varias personas, las que llegaron en primer lugar al punto de encuentro.
Fueron las únicas de la tarde. Seguía apareciendo gente, a cuentagotas, con pancartas, silbatos, trompetas, carracas… La cuestión era hacer ruido, demostrar de manera contundente cómo la indignación, cómo ese sentimiento de rabia y de impotencia, seguía aumentando. Varios miembros de la PAH de Barcelona se sumaron también al grupo de concentrados.
Portaban las pancartas con su reivindicación: Stop Desahucios. Me acerqué a ellos para hacerles unas fotos, y justo a mi lado se paró una pareja que debían ser vecinos del barrio. No pude evitar oír la conversación que mantuvieron. Ella miraba con cara de no entender nada. Él tampoco entendía nada, hasta que de pronto lo comprendió: “¡Que no es un desahucio!”. Ella le miró con una expresión que podría traducirse como “No tengo ni idea de lo que me estás hablando”. Él, solícito, le explicó que últimamente se había puesto de moda que aparecieran esos grupos, que siempre llevaban esas pancartas de #StopDesahucios. Estos grupos de reciente moda solían acudir a pisos que iban a ser desahuciados —“claro, como los desahucios los anuncian con antelación, estos se enteran”— para sentarse en la puerta de la casa y entorpecer el trabajo de la comitiva judicial y la policía. “Pensaba que era un desahucio, pero me ha extrañado porque un viernes, a las 7 de la tarde, ¡y en este barrio!”. Rieron un poco y siguieron su camino. Yo me quedé… de piedra, pero me quedé.
Mientras los congregados seguían haciendo ruido y gritando “¡LADRONES, LADRONES!”, “¿DÓNDE ESTÁ MI SOBRE?” o “RAJOY DIMISIÓN”, aparecieron sobre la fachada de la sede popular proyecciones con las inconfundibles tijeras y una cruz gamada. Eso y los cafés calientes que repartía la comisión de cocina era lo que seguía manteniendo el ánimo. Hasta que, alrededor de las 20.00, muchos pidieron que la concentración se trasladara a la sede de CiU. Obligado corte de tráfico a lo largo de la Diagonal, y también obligada pregunta a medio camino sobre si la concentración se quedaba o no delante de casa de Artur Mas: el grupo continuó hasta la calle Córcega al grito de “¡CiU Y PP LA MISMA MIERDA ES!” acompañados por la policía, por supuesto. Otros compañeros ya les esperaban allí con todo el despliegue a punto: vallas, furgonetas, policías con la cara tapada… Los concentrados les saludaron a los gritos de “¡SER POLICÍA VERGÜENZA ME DARÍA!” y “¡OJO CON TU OJO!”. Otra calle cortada, y los vehículos, que eran desviados a escasos metros de donde se encontraba el grupo, les animaban y demostraban su apoyo tocando el claxon como si no fuera a haber mañana.
De los pocos medios, pequeños, alternativos, que habían acompañado a los manifestantes un rato antes prácticamente no quedaba ni rastro. Comprensible porque nadie quiere hablar con ellos; corrijo, nadie no: siempre se prestan las mismas personas. Y eso acaba no sirviendo.
Poco a poco empezó a oírse: “¿Qué, nos vamos?”, “Aquí ya no hacemos nada”, “Estas convocatorias deberían ser por la mañana”, “¡Y entre semana, que es cuando trabajan!” comentarios en petit comité… Y un grito, tímido, llegó a mis oídos: “EL PUEBLO ESTÁ
DORMIDO”. Cierto, en Barcelona el pueblo parece estar dormido. Solo espero que no despierte demasiado tarde.
Texto de Moni Solanas
Fotografías de Teresa y Mònica