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Ayer en Barcelona, se reunieron en Plaça Sant Jaume centenares de personas en protesta por los recortes que están sufriendo las personas discapacitadas. Iban acompañados de familiares, trabajadores/as, amig@s y un@s poc@s ciudadan@s que se solidarizaron con ell@s.

Sus gritos de “Prou retallades, prou retallades” ponía los pelos de punta. La imagen de un sector tan vulnerable, tocado y hundiéndose por la falta de humanidad del gobierno español y catalán, que protege tan solo adinerados y grandes empresarios, debería enfurecer a cualquier persona de bien.

Que vivimos en un mundo de locos, lo sabemos. Pero aceptar que vives en un país donde se ha dejado de respetar descaradamente, y desde hace tiempo, a los más débiles, llena a un@ de rabia y impotencia. La ceguera, la mirada hacia otro lado, o la indiferencia de gran parte de la ciudadanía, ante tantas injusticias sociales, agrava peligrosamente el problema.

Nunca podremos crear una sociedad más justa hasta que la mayoría no seamos capaces de ponernos en el lugar de una madre o padre que no puedan atender a su hijo por falta de recursos, de una persona  sin una silla de ruedas, o sentir la tristeza de una persona discapacitada que no puede ir a trabajar porqué le han cerrado su entidad o fundación.

Quizás ha llegado el momento de aceptar que somos una sociedad egoísta y hipócrita, que comprando un juguete o una bolsa de comida en Navidad a los que lo necesitan, pensamos que el mundo ya está solucionado, que hemos hecho todo lo que hemos podido. Mentes sin remordimientos para todo un año.

Y ayer, como casi siempre, faltaba mucha gente empática en Plaça Sant Jaume, llena tan solo, por las personas afectadas directamente por esos recortes.

Se nos tendría que caer la cara de vergüenza…

Reportaje de Ramón y Mònica.